Quinto libro escrito
Fragmentos del libro.
Abismo indefinido
Su color es azul
Y quinto Chacra en la evolución
(El amor transmite su sentir)
Jesdaymi
El deber
«Debiendo querer y amar, el hombre sólo se pingonea a expensas del más débil y eso lo hace con recochineo y no como si no se diese cuenta del mal que hace. Lleva mucho tiempo encerrado en sí mismo y no puede concebir a nada, que no sea eso que hace. Lleva siglos queriendo sin amar y ello lo tiene asumido muy bien y por eso no puede darse cuenta de cuál es su deber hacia las cosas y seres. Lleva milenios, demasiados, pudiendo sin querer; porque la angunia hacia él mismo no le deja darse cuenta ni caer en nada más. Y es cuando al sufrimiento lo malinterpreta; porque si supiese que éste es el punto donde comienza su iniciativa hacia el deber, seguramente no haría eso que hace y es machaquear con ahínco a su mal hacia los demás, para así quitárselo él de encima a costa del más frágil, siendo a quien recae por su ira dañina»
Página 24.
¿Es o no ilusión?
«¡Señor Jesús!, eres el humano más inútil de cuantos Yo conozco. Eres la serpiente de Caín haciendo mal entre las gentes. Eres miel y vergüenza. Eres calor y ternura. Y eres sabor y grandeza. Porque tú no eres Jesús, sino Daniel en Quinta dimensión. Él eres tú y tú eres Él. Así que continúa con la labor ésta; de lo contrario pagarás por tu mal dañino. Eres perdedor de grandes Almas, porque no haces bastante por mejorar constantemente en ti. La bicha más torpe llevas contigo; una Mente dócil y bondadosa. ¿Pero tú qué haces cacho de animal, si no te aposentas nada en Jesús ni en Daniel?.
Eres cascabel sin ruido, porque estimulas a mentes flojas. Eres dávidas de amor corrompido, si no amas de verdad y de corazón puro. Eres sabedor de verdades Cósmicas y estás paralizado como si el mundo fuese un juguete en tus manos frágiles, que de un momento a otro se puede caer. Calamidad sin escrúpulos pronunciando palabras suaves, sin saber nada más que desde ayer, y ni eso siquiera haces. ¿Por qué te lamentas del mal hacer?. Y ¿por qué no te pronuncias por engendrar amor?. ¿Por qué eres tan torpe con tus hermanos y amigos?. ¿Por qué eres tú Jesús y no Miguel?. ¿Eres tú acaso Daniel?. O ¿eres tú por casualidad Jesús, el de Nazaret?». (Página 21)
La última cena
«Si de poco valió saber antes, ahora ¡me temo! lo mismo. Suspender de raíz algo inocuo, nos da como resultado el poder ofrecer con claridad lo sucedido; pero mientras la enredadera hecha no sea quitada, ¡me temo! que tras volver a vivir lo mismo, será de igual forma. Todo lo concerniente a aquel momento, se refiere a cómo por un lado la información traslada la aventura a un primer plano, con el fin de exteriorizar lo más posible lo vivido por quien se dijo era Dios de Israel. El comentario que cuenta, no es fidedigno; y por tanto, nada favorable para esclarecer lo que por otra parte disfruta de un acierto poco acogedor. Es por tanto principal no englosar al mismo algo que sugestione; por si lo vivido por aquel entonces podría ser lo cierto que nos cuenta, quien con tanto singularismo hace de ese mismo estado a la patraña, por no conocer con la exactitud que debiera. Y eso es lo que pretendo cuando de entre tanto nubarrón puesto, quiero explicar sin comentario algo especialmente guardado; donde seguramente podría identificarse como amor que soy y vengo a decir. Para que ningún patán puesto enfrente, tenga la osadía de perdurar en el sitio donde estaba antes de concebir a la única realidad; puesta precisamente para hacer saltar, lo que por otra parte no dejó de hacer daño en quien como tú que buscas la verdad, no pueda falsear ni un minuto más lo que tanto llevo en Mí celosamente guardado, para darlo a quien supo encontrarme». (Página 122)
La muerte de Jesús
«Compartir es signo de generosidad, propuesta sólo por el amor que despunta, en quien como tú ya sabes hizo posible el ofrecimiento. Todo apostado estaba cuando aquel hombre sonreía; por sufrir en Él el más salvaje miramiento. Era la insignia del valor personificando a un Alma hecha para ayudar y compartir las penas. El dolor ramificaba por las sienes del portador de lo bello. Su mirar contribuía a mejorar su estado. Todo Él retemblaba de amor, amistad, misericordia y flagante malestar, que acuciaba su talante hundido y deshecho por tanta necedad. Era la misma escafandra la que hizo coronar de espinas su cabeza; pues Él no era ya Jesús. Su Alma se adueñó por completo en el instante de proclamarle rey. Su estirpe sudaba la sangre de aquel hombre desvalido, y propuesto por el mundo hasta derramarla por completo. Su faz irradiaba el semblante de un hombre a punto de morir. La nariz partida junto con su lengua. El admerreir friccionando hasta estallar de mal. Su mejilla adornada de un vendaval de cruces, eran la muestra de su tortura al pronunciar la palabra «amor»».(Página 128)
Quinto libro escrito
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